
y construcción de la “Otra Política”
Roland Denis
I. Balance del proceso
Recuento de un giro en el timón
El 2D del año pasado se termina de develar la crisis que le corría al chavismo por dentro. Entendido el chavismo no como sentimiento, ni apego al liderazgo del Hugo Chávez, sino como cultura política impuesta. Muchas razones pueden estar detrás de esta circunstancia, aquí solamente trataremos de ordenar aquella que tiene que ver con el ataque directo, esencialmente burocrático, sobre el “sujeto popular” que le ha da vida a este proceso.
Después del 2004 (en concreto después del referéndum), cuando empieza a bajar la movilización popular surgida de la conspiración fascista, “el proceso” fue desviándose, o si se quiere “invirtiéndose” en sus prioridades. La prioridad antiburocrática y constituyente expuesta por Chávez desde el mismo 99 se invierte poniéndose todo el énfasis en el reforzamiento del control de estado, dejando el “antiburocratismo” y el “moralismo” para discursos de oportunidad. Consecuencia: esto provoca en la dirección de gobierno la emergencia de una visión y una práctica cada vez mas funcional al mando de un viejo orden que él gestiona (concretamente del estado burgués, colonial, autoritario y archiburocrático que tenemos), facilitada por el crecimiento de la economía y los precios petroleros los cuales le garantizan una base material de maniobra a ese desvío. La absorción bajo la estricta conducción burocrática de las misiones, hechas en un inicio para superar todo el modelo de estado, y el control y posterior desaparición tanto de los Círculos Bolivarianos como de las UBE´s, marcaron en el tiempo este paso en forma tajante. Tal giro a su vez acelera la vuelta al estado generalizado de corrupción, la reincorporación en los cuerpos directivos de una vasta camada de personajes venidos de la república puntofijista, el restablecimiento de la ineficiencia administrativa como norma de orden, la división del trabajo entre “intelectual y manual”, “dirigente y dirigido”, y poco a poco, fue regresándole al quehacer de estado toda su esencia contrarrevolucionaria.
A pesar de las altisonancias del lenguaje antimperialista y socialista que corre por boca de Chávez y luego por el resto de las instancias de estado, lo que tenemos en realidad es una contraofensiva del cuerpo directivo político del “chavismo” en función de tomar bajo su dirección y administración directa los espacios democráticos revolucionarios que la propia dinámica de movilización masiva y constituyente había generado. Es una nueva forma de reapropiación de la renta del suelo y del petróleo, y sobretodo, una manera precisa de explotación de la plusvalía política que deja el pueblo militante en su esfuerzo organizativo y transformador en la base de la sociedad. Se va destruyendo de esa manera el “gran pacto del 98” que ponía énfasis en la refundación nacional y la apertura del proceso popular constituyente. Cosa que le va a costar muy caro en lo que respecta a la enorme cuota de credibilidad ganada durante esa etapa constituyente y de lucha antifascista. Hasta los mismos movimientos sociales empiezan a sentir de lleno esta presión cediendo en su mayoría hacia una lógica de sobreviviencia política y de hegemonía parcial dentro de los espacios de interés que les atañe (movimientos obreros, campesinos, comunicacionales, urbanos), fundiendo su destino político (y muchas veces personal) a los intereses de la nueva casta político-burguesa en formación.
La incrementada influencia cubana y el liderazgo creciente de Chávez al menos hasta el 2007 sin duda que ayudan a pulir estos pasos sin mayores resistencias en un inicio. La interpretación de que “no hay otro camino”, que esta simbiosis jerarquizada entre el poder revolucionario y el poder burocrático que habla en el lenguaje del primero, absorbe efectivamente todo el pensar y el imaginario político de los movimientos populares, hasta los más avanzados y luchadores. Esto provoca por supuesto una importante involución dentro del pensar y el hacer del movimiento revolucionario, hasta el punto de ahogar a unos tantos en estrategias de penetración o lucha hegemónica interna que patinan sobre su propio esfuerzo y sin ningún vuelo importante, cuando no en aberrantes conductas oportunistas y de muy dudosa moral.
La revolución y el imperio: la tensión-negociación por las escalas de soberanía
El propio escenario internacional favorece este desvío al ampliarse la imagen de la “gran contradicción”: Lo que era en un inicio una confrontación local entre oligarquía y nuevo poder revolucionario, por cierto muy real y concreta, ahora se utiliza como imagen ampliada de una supuesta confrontación total con el imperio, sirviendo de mecanismo para fortalecer el control burocrático. En realidad no es una confrontación con el “imperio” y menos con el “capitalismo” como sistema-mundo, sino con la política de la elite gobernante archiconservadora que rodea a Bush (desplazándose ahora hacia Obama), cuyo plan político impide bajo fuego o amenaza la formación de soberanías parciales, nacionales y continentales, que promuevan la formación de un orden mundial multipolar (que es en realidad el verdadero proyecto de Chávez y de la dirección política que lo rodea). Tesis que es una heredera directa de la aclamada e inservible “coexistencia pacífica” planteada en los sesenta por los soviéticos. En definitiva nos encontramos sumergidos dentro de una etapa política transitoria en donde las izquierdas institucionales y de gobierno optan en su mejor versión por una salida negociada de escalas de poder. “El imperio” no reconoce otra cosa que la escala de su propia hegemonía concentrada sobre la apropiación salvaje de todo espacio y fuerza de trabajo a disposición de uso, mientras que estas izquierdas renacientes en América pretenden una negociación al menos de las escalas menores de soberanía concretadas en planes regionales independientes de integración y formación de mercados, apoyándose de la “competencia imperial” que representan básicamente Rusia, Irán y China. Volvemos a los comienzos del siglo XX con unas izquierdas parlamentarias perdidas, deslegitimadas por un imperialismo desaforado que solo la verdadera revolución social pudo parar en su momento.
Pero no hay pueblo vencido ni revolución que se detenga
De todas formas esto no quiere decir que “la revolución” en el único sitio donde ella es posible: la acción libertaria y emancipativa de las clases explotadas, se haya borrado por completo. El estado como “totalidad abstracta” en ningún momento logra atrapar de lleno esta liebre rebelde y muy material que sigue buscando su propio sendero. Más bien en muchos casos ha tenido que duplicar habilidades para hablar y hacer a imagen y semejanza de sus sueños antes que exploten y sean ellos los que arropen a su base política. “La rebelión antiburocrática”, la confrontación real con lo grandes monstruos del capital, la búsqueda de espacios de construcción de una sociedad radicalmente distinta, la constitución de una “democracia de la calle” en todos los escenarios productivos, reproductivos o vivenciales posibles, es una constante que no han logrado detener. Vemos como emergen días tras día “sujetos” que hacen desde esta inventiva política permanente su reto cotidiano, incitando con relativo éxito al conjunto social organizado bajo administración o control político de estado a adoptar una visión mucho más crítica y beligerante de este proceso. Son miles de personas que hacen y luchan por lo suyo, o al menos lo intentan, sin ninguna ilusión de ganarse la amistad o al menos la solidaridad desinteresada por parte de instituciones que le han probado mil veces que nada tienen que ver con su esfuerzo y esperanza. Este es si se quiere el verdadero fruto “del proceso” cuando lo vemos más allá del asistencialismo social o el reforzamiento del capitalismo de estado impulsados por el gobierno, y nos centramos en su construcción estrictamente emancipatoria.
El enemigo capitalista tiene muchas caras
Los enemigos de este enredado y subterráneo “sujeto emancipativo”, claro, están allí enteritos, aunque ahora tienen que vérselas no solo con los enemigos capitalistas de siempre sino con el imperio que acerca su IV Flota, la CIA e inteligencias globales que rompen, infiltran, manipulan y aniquilan. En su desvío el “estado revolucionario” vuelve a jugar su papelito de represor, acusador, controlador, saboteador que todo estado (o lo que son: agencias de administración, imposición y legitimación de los intereses colectivos del capital) que aún logra sostenerse juega a placer. Incluso tomando en cuenta que en su seno se cuelan muchas tendencias con lecturas muy distintas de este mismo fin, fruto de la complejidad de la misma “revolución bolivariana”. Hay “lecturas de derecha y de izquierda”; unas descaradamente contrarrevolucionarias y de instrumentación de masas, otras dispuestas a reconocerle status político al quehacer político emancipativo y no estatal, pero eso sí, “el mando queda en nuestras manos”, cuestión que impide a desgracia de todos relaciones de “equivalencia de poderes” aunque sea entre pequeños nichos institucionales y el poder revolucionario. Son confrontaciones al interior del estado, muy naturales en medio de épocas de crisis y de aliento revolucionario como las nuestras. Obligatoriamente cabe decir también que las primeras (la opción abiertamente instrumentalista y de derecha) desde hace un buen tiempo se prueban muy superiores a las segundas (para muestra un botón: el gabinete presidencial, los jefes reales del PSUV, las candidaturas a elecciones regionales). Pero no son solo estos dos entes –estado y capital- claramente visibles los que bloquean la verdadera liberación. Ahora tenemos un tercer monstrillo, cada vez más presente y poderoso, que no es otra cosa que el “paraestado” y su acompañante “paramilitar” (y en esto no dejamos de lado la tradicional delincuencia y el fenómeno multiplicado de inseguridad, fortalecido por este novedoso enemigo hijo del “plan Colombia”). Es decir, ese “otro orden burgués” que al ver como su civilización se desmorona empieza a actuar sin ninguna vergüenza y sin ningún apego a las normas jurídicas y civilizatorias que constituyeron el orden capitalista: es el capital liberado de sus fachadas humanistas, morales y normativas, es la mercenarización completa de la sociedad a la par de su privatización. Todos los interesados a nivel de estado, imperio y capital lo ayudan y de alguna manera se benefician política y económicamente de él, lo cual le permite actuar sobre un campo de impunidad política, económica y militar tal que en el caso por ejemplo de Colombia terminan por fundirse y tomar el poder político formal. Este es un fenómeno que avanza en toda América acentuándose en Venezuela por su peligroso “proceso”, riquezas y condición fronteriza a Colombia. Situación que ya le ha costado la vida -y seguirá costando lamentablemente- a varios centenares de valiosos militantes de la lucha popular.
Los errores llamados PSUV y Reforma Constitucional
Volviendo al problema del “desvío”, es el año pasado (2007) cuando Chávez intentó jugarse la carta lógica de “cerrar el ciclo” burocratizante a partir de su victoria aplastante el 2006. Las propuestas del PSUV y la reforma constitucional, eran una manera de acentuar todas las tendencias de control administrativo supuestamente legitimadas con el voto presidencial y restarle fuerza de manera definitiva a los enemigos imperiales, oligárquicos y liberales (y por añadidura lo que él llama “anárquicos” y las fastidiosas tribus partidarias antiunitarias) del proyecto del “socialismo del siglo XXI”. Pero el tiro definitivo le sale por la culata. No entremos en detalles pero todo esto estuvo tan mal planteado (cosa que se advirtió con las mejor de las voluntades), tan mal interpretada la realidad política en curso (no era un cheque en blanco lo que se le dio a Chávez en el 2006, era una prueba para que de una vez se atreviera a liderizar la Revolución que millones aspiran, empezando por sacarse de encima la carroña contrarrevolucionaria y ladrona que lo rodea y que él mas bien termina fortaleciendo), que el resultado no podía ser otro. Se vino al piso la reforma y el partido terminó como tenía que ser: una maquinaria electorera que desdobla el control sobre la base social chavista que ya las instituciones y los partidos venían ejerciendo. Además se convierte en una jugada que logra exactamente lo contrario de lo que buscaba: en vez de unificar orgánicamente el vasto movimiento que ha venido militando a favor de la revolución bolivariana lo que hace es paralizarlo y quebrarlo en algunos casos, impidiendo el desarrollo natural de espacios verdaderamente militantes organizados y autónomos. De allí la reducción dramática del espacio y número de militantes esperado en el partido.
Las culpas son del pueblo vamos pa´la derecha; la mala interpretación
La respuesta al 2D por el lado de gobierno y particularmente de Chávez es que “el pueblo no está preparado para el socialismo” (¿no será él el que no está preparado?), lo cual conduce a otro triste “crucifijo” igual al que mostró el 13 de Abril del 2002. Es un nuevo giro a la derecha del gobierno: amnistía, fondos inmensos de subvención a los empresarios y bancarios, liberación de precios, Cadivi a sus anchas, derogación de deudas, ningún coto al saqueo financiero, ataque al movimiento tomista de tierras y empresas, la deuda externa aumenta y se paga a realazo limpio, abrazos con “Juan Carlos”. De la izquierda solo guarda el “progresismo jurídico” expresado en las leyes habilitantes, la continuación de las nacionalizaciones y la actitud de ceder ante la presión política de sectores subalternos. De todas formas esto no sirve de nada. “Nuestros” ricos siguen siendo los explotadores, parásitos, reaccionarios y conspiradores de siempre, y para colmo en vez de calmar los males económicos, ellos no hacen sino acentuarse, particularmente la inflación que este año tiende a duplicar la ya altísima del año pasado. El gobierno cede, el abuso especulativo se duplica, es una ley de hierro en este capitalismo petrolero. Políticamente el gobierno obtiene menos ganancia aún: la clase dominante con más dinero y complacencia es clase dominante con mayores aspiraciones a dominarlo todo, esta vez utilizando el malestar de una población frustrada y tremendamente confundida incluso en su base chavista. Ni se diga en el plano internacional donde el movido caso de Colombia termina en el triste reencuentro con Uribe y el irrespeto de la lucha armada en Colombia. Podemos decir entonces que una mala interpretación de los hechos, incapaz de desechar soberbias y radicalizar la autocrítica (o simplemente hacerla por primera vez desde una luz libertaria y no presidencial), no lleva a otra cosa que a profundizar los errores y allí están. Los resultados electorales por venir, si la derecha supera en algo su mongolismo crónico y le pone coto a sus instintos golpistas que vuelven a revivir, seguirán reflejando esta situación.
Un intento fallido por hacer explotar la rebelión antiburocrática; la división en la base
Por su lado los movimientos populares después del 2D al constatar con estupor la torta que se ha puesto, primero revientan de rabia; quizás dos meses de alta vocifería y sinceración inevitable ante el desastre. Pero luego se repliegan ante los regaños del jefe y la humillación pública del líder hacia su masa. A la “rebelión antiburocrática” generalizada parecía al fin que le había llegado su hora, pero esta es bloqueada por una contraofensiva muy bien armada en función de consolidar “el partido mas democrático del mundo”, darle una dirección, programa (¿por cierto donde está ese programa?). Adviene entonces la primera gran división del movimiento popular desde que comenzó la historia bolivariana. La gran mayoría o se jala arrastrada hacia el universo partidario o adoptan definitivamente la desgastada estrategia internista de proseguir la “rebelión” dentro del mundo encerrado en el PSUV; ser la izquierda del mismo; con las consecuencias ya comentadas. El otro espacio se desplaza hacia otras alternativas externas que a su vez pasan por el repliegue al localismo extremo, el basismo en muchos casos muy oportunista, el incremento del corporativismo movimiental, al independentismo, la formación de nuevos partidos clasistas o incluso “antichavistas”, el mantenimiento de la militancia en los viejos partidos de la izquierda chavista. Lo cierto es que se pierde la posibilidad de desatar esa rebelión y probablemente ya la hace imposible al menos dentro del universo chavista y el juego político que el mismo ha impuesto desde hace diez años.
Al fin se comienza a respirar: el chavismo es fabricación propia pero aparece otro sendero que ha gritado por nacer
Es entonces, en medio de estas presiones, que mas allá de estar “a lo externo o interno”, más allá del chavismo incluso, comienza una reflexión y un hacer que desde hace no menos de cinco años espera por nacer: es lo que hemos llamado “la Otra Política” (término aportado por el compañero argentino Raúl Cerdeiras), cuyo problema no se agota ni mucho menos en el posicionamiento en contra o favor del chavismo o la figura de Chávez, el cual lo asumimos como un producto histórico que refleja como proceso político las posibilidades y límites de la rebelión que se inicia en los ochenta. El chavismo es definitivamente un hijo legítimo de esa fabricación popular y rebelde en su grandeza y sus terribles carencias de autonomía, de claridad, de organicidad, de potencia liberadora. Su problema hoy, en medio de esta crisis profunda del mismo y que lo convierte en un hecho político “reactivo” y no “revolucionario”, es el reestablecimiento y creación inédita de la autonomía política y estratégica del quehacer colectivo emancipatorio como tal, siempre fiel a la verdad rebelde y nuestramericana que nos dio nacimiento.
II. La “Otra Política”
Hemos logrado mucho pero cuidado que todo eso se va contra nosotros
Sinteticemos afirmando que en estos primeros diez años (o casi) de la “revolución bolivariana” (o V República) se concluye la etapa de la “aureola caudillista” de la misma (hecho que se trasluce por primera vez el 2D del 2007), para entrar en un doble movimiento. Por un lado empieza a privar la lógica institucionalización de la misma que en principio ha de garantizar su estabilidad futura, forzada tanto por la derecha chavista como el centro “escuálido”. Se trata de un modelo formal de “democracia participativa” y “estado social de derecho” compartido entre derecha e izquierda que podría llegar en un eventual futuro exitoso a convertirse en una reactualización del viejo modelo de rotación partidaria del poder. Esto por supuesto no está exento de enormes tensiones, conflictos internos, disidencias políticas de lado y lado, que seguirán reflejando la lucha interna de intereses, su lucha de clases propia, y de conflictos de interpretación del modelo de estado y de uso de sus riquezas (opción neoliberal, opción estatista-bolivariana). Siempre al interno y en tensa obediencia de las determinaciones de un orden global guiado por la lógica de la caotización, desvastación y saqueo de los territorios mas ricos del planeta, entre ellos el venezolano. En la medida en que tal institucionalización avance, de la misma manera esa nueva careta institucional necesitará ahogar cuando no violentar y acabar a como de lugar el poder revolucionario que por instinto será cada vez mas reacio a las nuevas formas de sumisión política y económica.
Ahora le toca la tarea del imposible al hijo libertario
Por otro lado tiende a desprenderse su hijo legítimo libertario, estrictamente popular y del “común” que nos une, no confundido ni con el Estado, ni con el gobierno, ni en el régimen de la V República como modelo capitalista y representativo de dominio, ni con los modelos de acumulación desarrollista, ni mucho menos con modelo imperial democrático-liberal sobre el cual están masacrando y desvastando este mundo. Cansado de las “criticas constructivas” y luego acusadas y satanizadas, del autonomismo sin política autónoma, pero también de ser la “cara rebelde” del chavismo de base, los propios acontecimientos le van evidenciando que ya a estas alturas y de acuerdo a la maduración de los hechos y los propios sujetos y espacios militantes, ha llegado la hora nuevamente del atrevimiento, de la fabricación de una nueva política, y con ella de nuevos sujetos políticos, nuevas ideas, nuevos valores, nueva organización, nueva práctica liberadora, a partir del desarrollo de una estrategia de lucha que rompa definitivamente con un “anciene regime” que la V República no pudo destrozar cuando pudo (2002-03, sobretodo) y ahora se dedica a reforzarlo. Régimen material que independientemente de constituciones formales está íntimamente ligado al mercenarismo político y el saqueo de la renta petrolera, sujetado a los principios modernistas de estado y soberanía, impuestos en nuestro caso por el viejo modelo colonial-capitalista que cobra vida desde el siglo XIX.
Es el hijo que busca su verdadera tierra
Siendo hijo del controversial proceso popular forjado con la rebelión del 89, pero también de las corrientes histórico-sociales que fraguaron su camino unitario y su propia creatividad política en esa década, ahora le toca ir más allá, posiblemente inaugurando un nuevo ciclo de producción política, teórica, metodológica y práctica que pueda recoger los frutos tanto de esa verdad producida en la rebelión como de aquellos que nos dejan estos últimos años “revolucionarios”. Hemos dicho, siguiendo los aprendizajes que estos años nos han indicado, que estamos en la obligación de centrarnos en la tarea del control y la liberación territorial como fórmula para tomar distancia definitiva de las determinantes del estado colonial-capitalista y como tarea estratégica fundamental en una época en donde el imperio, sus principados y lacayos nacionales, están destrozando cualquier forma de ejercicio real de soberanía, particularmente en las periferias de las naciones capitalistas centrales. Pero igualmente en el momento en que de una vez por todas debemos comenzar a construir el mundo deseado, reterritorializando lo que la historia de más de cinco siglos de hegemonía colonial-capitalista ha acabado por desterritorializar (es decir, producir en nosotros un nomadismo forzado, esclavizante y marginalizante y no de huida creadora del mundo bajo el dominio de las armas y el dinero), despojar y explotar en una infinita cadena destructiva.
Llega el momento en que el pueblo hecho común y cualquiera, retomando su condición de sujeto, asuma el protagonismo revolucionario y comience a derribar con sus fuerzas las bases políticas, económicas y militares de la vieja sociedad. Pero para ello es necesario reencontrarnos con nosotros mismos, oír al de al lado, producir la política como conciencia que se fabrica desde el pensamiento, la ciencia y la voluntad de todos y todas. Los duros y frontales pasos a dar se darán únicamente desde el fuero colectivo y participativo o será derrotada. No importa su magnitud. No importan los tamaños y trascendencias de nuestras rebeliones. Maravilloso que sean inmensas, pero vale por igual la mas sencilla. De todas formas, valga que una culmine con éxito para que se multiplique como pólvora; ese es el signo del momento porque la crisis “es revolucionaria”; ellos fueron los derrotados nosotros no.
Otra política no es una nueva y brillante idea para asumir el poder, es ella la que ha de ser un poder sobre el mundo necesario y deseado
“Otra Política” es por otra parte un emprendimiento político que ya no se centra en la vieja tarea de “tomar el poder de estado”, tantas veces tomado y convertido en sueños frustrados, sino en la toma del poder real y concreto sobre el mundo vivo y necesario. El verdadero poder que hoy puede interesar a la emancipación humana es el poder sobre los valores de uso real, natural y producido por lo humano. Es el poder sobre los medios y las relaciones productivas y comunitarias, sobre la tierra y el espacio, sobre la producción cultural y comunicacional, sobre el conocimiento y la misma espiritualidad de los pueblos. Es el poder concreto que se mide en la capacidad efectiva que tengan los pueblos de ir derribando de una vez por todas el viejo mundo del imperio burgués, incluida sus divisiones territoriales y nacionales y sus infernales modelos de desarrollo, sin ninguna necesidad obligada de estar acudiendo a la toma de unos instrumentos políticos de fuerza (el estado y sus instituciones) que ya la misma burguesía mundial está deshaciendo (para eso inventa sus “paraestados”, “paraejércitos”, “paraleyes” etc, mas fuertes en muchos casos que los estados mismos).
No es el momento de la confrontación abierta, sino la confrontación específica y el debilitamiento al mínimo del viejo poder
Pero así como no estamos para partirnos la cabeza hasta la eternidad por “tomar” ese poder inútil a la emancipación, tampoco se tiene planteado en el contexto concreto de la Venezuela de hoy la confrontación abierta con este. Esa misma confrontación en estos momentos se encamina, primero, con los elementos del “paraestado” (ayudados básicamente por redes internas dentro de las polícias, Guardia Nacional, poder judicial, poderes regionales) que suman su influencia en todo el territorio nacional. Y luego con los sectores terratenientes y propietarios que impiden en forma asesina los procesos de socialización tanto de la tierra como de la producción, ligados en muchos casos a ese mismo “paraestado”. Nuestra tarea en ese sentido en mucho mas “disolvente”, “debilitante” y de enfrentamiento “pacífico” por vía de la movilización que confrontativa y violenta. Necesitamos aún de alianzas concretas con sectores progresistas dentro de ese estado para enfrentar el fascismo, la represión, la corrupción, en sus múltiples facetas, sin estar haciendo mayores distinciones formales, ni muchas ilusiones tampoco. La violencia contra la comunidad solidaria y socializada es la esencia misma de la civilización capitalista, llevada en esta etapa a nivel de genocidio mundial. La violencia del opresor por tanto se generaliza informalmente, lo cual nos obliga a una preparación permanente en la defensa militar y la capacidad de control territorial de nuestros pueblos en todo lo que ello implica. Entramos en todo caso en una etapa de preparación estratégica para dar frente a este desgraciado escenario.
Aquí no estamos para competir con nadie y menos con este gobierno, si ayudan mejor
Por otro lado, tampoco se trata de hacerle la competencia al estado, muchos menos en una fase tan decadente del mismo donde hasta las mismas oligarquías buscan segmentarlo hasta hacerlo una chatarra a sus únicas órdenes. Ojala, si algún milagro ocurre con el chavismo en su actual puesto gobernante y mientras dure, que este haga en lo inmediato lo mucho que queda por hacer dentro de un espacio nacional donde falta todo: escuelas, vivienda, obras de salud, obras de infraestructura, vías de comunicación, proyectos de desarrollo concreto y sustentable en un interminable número de necesidades productivas no resueltas. Ojala legisle a favor del desbloqueo de derechos sociales siempre confiscados. Ojala incentive frentes de socialización y redistribución de la riqueza y el poder que abran puertas a ciertos niveles de participación e igualitarismo. Ojala ayude a la unidad e integración de los pueblos frente al imperio. Ojala a Chávez no se le agote del todo ese loco que le dio nuestra confianza. Ojala algún respeto por la vida corra desde sus entrañas viendo como ya son cerca de trescientos compañeros asesinados en la mas absoluta impunidad. En fin, que haga al menos algunas de las tareas “nacionales” que la burguesía nacional progresista, que nunca existió (que nunca “dominó” en el sentido europeo y marxista) y por tanto nunca hizo, y que hoy parecen tareas propias del estado “revolucionario”. Bienvenidas las iniciativas es ese sentido; la paciencia en principio es bondadosa, siempre que haya respeto por lo conquistado en esta lucha. Si lo que queda izquierda escolástica y honesta mimetizada a la escuela del socialismo de estado, quiere hacerlo con más afán aún se le agradece, suponiendo -perdonen la ironía- la mejor buena fe en ese alguien que se entiende como aquel que bajará de la colina para salvarnos a nosotros las “victimas” del mundo.
Pero sea lo que sea no habrá revolución mientras no la hagamos; nosotros los parias que decimos fabricar esta rebelión
Muy bien. Pero si desmenuzamos un poco la realidad, ¿que cosa nos están enseñando estos ángeles sino un distanciamiento cada vez mas abismal entre las palabras y los hechos? De todas formas ya eso no es lo que importa realmente; esta cosa tan estúpida de estar distribuyendo culpas y acusaciones desde el trono de la inocencia. Mejor decir que si de algo nosotros estamos claros y de hecho sí somos víctimas, es de nuestra propia pasividad y cultura de sumisión. No habrá revolución mientras no la hagamos. En el fondo lo que estamos afirmando es que ya no esperamos “por el líder, el partido y la dirección revolucionaria” y su asunción al poder. Por la realización del programa revolucionario de “transición”. Que por mucha paciencia que se ha tenido en la Venezuela socialista, o también en el México derechista o en la Colombia de la seguridad genocida, brotan por todos lados una voluntad superior de mando colectivo y directo cuyo campanazo zapatista abrió una nueva etapa en el quehacer emancipativo de los pueblos. Nos ubicamos por el contrario dentro de esa lógica de los parias alzados que ven y ponen a marchar otra alternativa radicalmente contraria a estas esperas del cielo a partir de sus propias experiencias, saberes, fortalezas y acumulados. “Nosotros lo haremos”, estamos seguros y en forma radicalmente distinta desde lo mas grandioso hasta lo mas pequeño, priorizando la necesidad y el deseo colectivo y no el desarrollismo y la acumulación. Pensarlo y anhelarlo es una forma de hacerlo real y de resolverlo como hecho político. Hay que comenzar ya desde lo que tenemos y somos en cada universo territorial y nacional. Territorio por territorio, viendo lo que nunca nos fue posible ver sometidos a la piel y razón del propio opresor. Queremos ser absolutamente soberanos en nuestra propia lucha, incluso de pensar y realizar todo aquello que permita desarrollarnos plenamente como comunidad viva y solidaria, campo que hoy se reserva el mando burocrático, simplemente capitalista o en sus fusiones “mixtas”. Asumiendo las formas de lucha que hagan falta asumir a sabiendas que a la final no hay paz posible ante este imperio de la devastación.
La representación de estado si no inútil o enemiga cuando mucho es un lugar marginal de la lucha por una “equivalencia de poderes” provisoria
¿Pero tiene algún sentido aún “la lucha de estado”?. ¿tener influencias o algún espacio ganado allí?, la experiencia nos ha dicho que vale tanto como tener sindicatos, movimientos sociales o niveles de influencia mayores o menos en la llamada “sociedad civil”. “Las guerras de posiciones”, dentro del régimen “democrático” y particularmente en nuestramérica, ya no se quedan solamente en la sociedad civil, ahora se extienden a los propios estados, a la misma sociedad política, derribando por completo el mito de las “representaciones políticas” como vehículos de liberación. El estado en su decadencia, extrema su condición de simple particular donde se disputan intereses que no tienen nada de “políticos” y “universales”, son los intereses corporativos por lo general de una pequeña burguesía que busca status social, ganancia económica y poder burocrático. Estemos concientes, y en esto mucho nos ha enseñado la “revolución bolivariana”, se trata de una influencia o “hegemonía” que en sí misma no vale nada, mas bien degrada moralmente el poder revolucionario, y en la medida en que se hace más “total” esa influencia más rápido se encamina hacia su degradación ética y política. Son en todo caso “guerras de posiciones” dentro de un mundo improductivo en completa decadencia; pequeñas batallas que aún así no tienen sentido en sí mismas. Que si se utilizan cuando mucho pueden ayudar a forzar desde el campo de los llamados “poderes populares” la generación de relaciones provisionales de “equivalencia de poder”, de “compartimiento horizontal de estrategias”, entre estos segmentos del estado y el pueblo alzado, enfrentando hasta donde permitan los límites de la “paz” a todo este universo esencialmente en manos de las clases dominantes.
Queremos el mundo no el poder; no queremos ser gobierno queremos gobernar, es decir, queremos ser poder
La verdadera guerra de liberación hoy se juega en una inmensa guerra de movimientos en el campo directamente territorial, espacio por espacio, material e inmaterial, intentando liberar uno tras otro, con las formas de lucha que cada situación política –y hasta militar- determine. En una “larga marcha” que no termina en la “toma del poder” de cualquier estado en particular, sino en el espacio-mundo como tal (de allí el acento puesto en el “espacio nuestroamericano” como un todo concreto y sin fronteras en permanente constitución y liberación). Efectivamente la “lucha por el poder” hoy se dirime dentro del entramado material de las cosas y espacios que han de pasar al mando del autogobierno popular. Queremos tomar “todo” lo que nosotros mismos creamos como trabajadores o estamos por hacer, queremos en ese sentido retomar nuestra historia, conquistar el presente y disponer del futuro. Cosa muy distinta a tomar el “poder” que garantiza que eso que producimos siga en manos de las clases ricas y privilegiadas, legitimando bajo cualquier argumento (de derecha o izquierda) la división entre dominantes y dominados. La guerra de hoy es la guerra de los pueblos en su infinita riqueza y complejidad contra el uno-imperio capitalista. Una guerra emancipatoria que no se justifica por las finalidades paradisíacas que nos marca el destino o la “ley histórica” escrita en la teoría, sino en la necesidad de reconquistar y gobernar desde nuestros propios deseos subjetivos -hoy totalmente manipulados por el consumismo- hasta los espacios materiales por los cuales se lucha en el proceso revolucionario, sin que estemos delegando a ningún poder “superior” y externo el mando conquistado. Nuestros territorios (y en ellos nuestras comunidades, naciones indígenas, pueblos campesinos y semiurbanos, barrios y espacios urbanos, entornos campesinos, núcleos fabriles, nuestras aguas y nuestros bosques, nuestros mares y ríos, nuestros espacios inmateriales y de telecomunicaciones) como lo repite un dirigente de las comunidades negras del Chocó, “son un patrimonio no una mercancía”. Desde estas palabras comienza a centrarse toda la política y toda la estrategia en estos comienzos del siglo XXI, siendo un común denominador de los grandes movimientos de lucha hoy en día.
¿Quiénes somos?, ojo con la propia composición clase; romper con la improductividad y no solo las relaciones de producción, allí un cometido central
¿Pero quién es esa liebre libertaria, o al menos de quien es hija, mas allá de las vanguardias que le han servido de voceras?. No estamos seguros si es la salsa o el ballenato, el ska o el golpe tocuyano, lo que marca su ritmo, eso no se responde con palabras escritas. En todo caso, ya en muy poco somos la clase obrera clásica que se rebela contra el despotismo y la explotación del patrón capitalista que maneja la producción. Nuestras dignas, a veces heroicas y muchas veces cercadas rebeliones obreras, capitaneadas por el movimiento de tomas de fabricas y espacios productivos, desafortunadamente se sienten impotentes frente a la magnitud del entorno popular no obrero y la presión burocrática por despojarlos del control de la producción. Probablemente nos parecemos mas a eso que algunos autores han llamado “multitudes” u “obrero-social”, con toda la ambigüedad del término y la particularidad de nuestras tierras, muy distinta al mundo asalariado que prevalece en el norte. Si algo tenemos de obreros tradicionales los hechos confirman que lo redujeron al mínimo (cuando mucho se acercan al millón y pico contando las maquiladoras y los llamados “obreros de estado” que en la mayoría no es mas que trabajo tercerizado) fugando de este país todo lo que podía ser inversión productiva desde hace mas de treinta años. Más bien somos un sujeto en autofabricación que nace de las entrañas de la histórica colonización y de la contemporánea exclusión, condenado a la improductividad, a la producción marginal propia o a la sobreexplotación allí donde consigue un trabajito en las cadenas de la sobrevivencia y el empleo de servicios. Es el sustrato social real de todo cuanto podamos nominar como revolución, hoy “representada” o más bien sustituida dentro de las esferas de gobierno por sectores de una clase media en permanente reciclaje y competencia interna por los cargos directivos, pero absolutamente extraña a este mundo tan vivo como complejo.
Por ello, no es de sorprenderse que nuestro “programa mínimo bolivariano” se condensa por un lado en la lucha por multiplicar el protagonismo político colectivo contra todas las formas clásicas de la representación (el llamado “poder popular”), la lucha sin cuartel por derechos nunca respetados, y sobretodo nuestra reactualización como sujeto productivo pero esta vez como partícipe de múltiples asociaciones de productores libres o comunidades autogestionarias, al interno de una pluralidad de espacios y territorios donde la soberanía colectiva se afianza sin límites. Es ciertamente lo más esencial de la “revolución bolivariana” y que la misma discusiva de Chávez a veces refleja muy bien, pero que tan mal trata a la hora de convertirlas en línea política de gobierno.
Productividad pasa por tomar el territorio y liberar el espacio y el tiempo vital
Tal interrogante sobre el ¿quiénes somos?, nos ayuda también a explicarnos este asunto de la “centralidad territorial” de nuestras luchas, contrariamente a la “centralidad fabril o metropolitana” (el boom de lo que se describe como movimientos sociales) que han tenido las luchas dentro de los grandes centros del capitalismo imperial. Las formas del sometimiento global del capitalismo no es que determinen una u otra forma de rebelión contra él. Es un impulso que no aparece por determinación social obligante sino como parte de la misma creatividad política del ser humano a partir de su propia condición de explotado, teniendo la virtud de transformarse en un ser universal y amante del mundo; es decir la virtud de actuar desde la condición “ser “político”. Pero sin duda no cualquier cosa se puede crear, no cualquier rebelión funciona. Todas las revoluciones de los siglos XIX y XX en nuestro continente nos confirman que solo aquellas que liberaron el territorio de sus ancestrales y actuales enemigos al menos pudieron avanzar. Y hoy, nuestros gobiernos revolucionarios o democráticos-populares nos confirman también de la enorme debilidad cuando no mentira que rodea estas iniciativas ancladas en la obediencia a los viejos regímenes en sus fachadas democráticas. Nuestra revolución, la definitiva liberación del trabajo y de todo orden de sumisión si seguimos fieles al marxismo, a su vez necesita liberar el espacio y el tiempo vital, liberarse de los regímenes monopólicos de propiedad que lo controlan, liberarse de las opresiones políticas grandes y pequeñas, para construir allí los instrumentos no existentes para poder recrearse como potencia productiva y liberadora. Necesita de nuevo tomar el territorio, no solo para “colgar al dictador” o al “colonizador” que dominaba sobre él y declarar la libertad, sino para liberarlo definitivamente del saqueo, la masacre, la destrucción capitalista y burocrática, la improductividad, y junto a ellas la pobreza que este salvajismo produce. Y nuestras instituciones (representativas, corporativas o de asistencia social), por muy democráticas y reformadas, liderizadas por el ser “más popular y revolucionario” que exista, no sirven para nada a tal fin. Si cabe hablar de un “proyecto de liberación nuestramericano” lo vemos como el de un largo proceso popular constituyente que vaya articulando en forma cada vez más profunda y creativa los espacios donde se pelea y donde se logran niveles de liberación territorial cada vez más altos, hasta quebrar el orden estructural dominante.
No hay territorialidad vacía y plenamente dominada
Al mismo tiempo, nuestros territorios tal y como hoy existen, aún sin ninguna organización que los articula a una política libertaria, tampoco no son un lugar vacío, una simple suma de gentes y geografías sin alma e identidad resistente y por tanto absolutamente dominados. Por el contrario, allí discurren actos y memorias grandiosas que forjan la inmensa mayoría de nuestras formas de resistencia política y cultural. Corren en realidad las formas ocultas de organización popular que en los momentos decisivos han probado ser los espacios determinantes de toda subversión al orden dominante. Particularmente en sociedades como las nuestras lo divino aún yace en la tierra misma y la sobrevivencia de sus espíritus subversivos. La maldición moderna del racionalismo no como razón útil y en manos de todos sino como razón privatizada y de dominio, forjó el esquema del control total sobre cada uno de los centimetrajes desde donde discurre la vida. De hecho, rebeliones del norte partiendo de los años sesenta mucho han tenido que ver con ello; el alzamiento contra este odiado despotismo sobre la totalidad de la vida (el llamado “biopoder”) que ahora se extiende hacia los medios de comunicación y los deseos colectivos en nombre de las mas pura “democracia” y el absoluto respeto al “individuo” (un poquito mas si es blanquito, claro). Una divinidad lejana y muy cristiana cada vez más omnipotente y tan abstracta como el dinero virtual que monopolizan como sus mismos dioses. Mientras lo que aún logra ser común entre nosotros se rodea de un particular carácter que simplemente no le da la perra gana de subsumirse real y totalmente al capital ni a sus dioses como diría Marx. No idealicemos las identidades y resistencias culturales, que mucho daño les han hecho, acribillándolas muchas veces sobretodo dentro de las grandes ciudades. Pero no hay duda, nuestra tierra, la territorialidad desde donde nos hacemos, aún posee magias ocultas y poderosas que siguen recreándose, siendo indispensables tanto a la reconstrucción de una memoria cultural y revolucionaria completamente borrada dentro de los saberes oficiales, como a los actos que lograrán liberarnos el futuro. Si en la terrible Caracas, por allí, en situación de indigente, se pasea un amigo que es un genio recreador del “Blues” tocado en cuatro, entonces podemos salvarnos; su canto nos emancipa a tod@s; si el no existe estamos muertos.
El territorio crea subjetividad, cartografían el entorno que ha de generar las singularidades políticas
“Otra política” de alguna manera tendrá que revaluar por entero esa relación muchas veces despreciativa que tenemos con los espíritus resistentes y libertarios que discurren entre los rincones de nuestros espacios de vida; sus irreverentes tradiciones y nuevas producciones. Lo que también nos lleva a distinguir entre uno y otro conjunto territorial por lo menos en sus tres grandes presencias, que forman a su vez las condiciones para hablar de una suerte de “subjetividad del territorio”. No es lo mismo estar y hacer en territorio urbano, rural o marítimo. Quizás tampoco en territorios donde prive lo femenino a uno donde prive lo masculino, la comunidad indígena o criolla, la comunidad inmigrante o la nacional, la metrópolis más obrera o mas de servicios, u otros donde prive la montaña o donde prive el llano. Todo ello dentro de las múltiples divisiones sociales de género, roles, culturas y trabajo, como de las mismas divisiones geográficas. Ellos mismos producen subjetividades distintas contenidas en su propio arte, pero determinadas también por la distancia, relaciones meramente utilitarias o de quebrantamiento interno que el propio capitalismo ha creado entre ellos. A la hora de “construirlos” como verdaderos corredores de lucha y liberación, los ritmos y procesos de cada uno son muy distintos, igual que la movilidad de sus límites a la hora de construirlos en esa “otra política”.
El mar, el campo, lo urbano
Tomando solo los más genéricos y abarcantes, vemos como el mar nos da el sentido de lo infinito de lo “ilimitado”. El campo el sentido de lo mágico, lo terrenal y lo concreto dentro del espacio finito. Lo urbano la movilidad permanente y la multirelación de una humanidad que se encierra sobre sí. A su vez cada uno de ellos es víctima de un conjunto de consecuencias e intenciones explotadoras y devastadoras propias del desarrollo capitalista que reducen toda su condición humana y más allá de lo humano a simple mercancía. De allí que la territorialidad como nicho de la liberación tenga sentidos, definiciones, estructuras, estrategias, muy distintas de acuerdo a cada uno de ellos, partiendo como siempre de los sujetos militantes que se fabrican a sí mismos dentro y por estos universos distintos. Nos desplegamos entonces sobre fueros territoriales realmente singulares que no es posible absorber en la mera idea, es absolutamente necesario entenderlos y experimentarlos en su singularidad material como espiritual encontrando allí la potencia colectiva que los reconstruya y libere. Siendo también la liberación de toda la potencia de cualquier “otra política” que podamos crear.
III: El cómo de la otra política:
Partimos de una premisa: lo que nos interesa no es una política para el poder y luego para la revolución o lo que sea. Nos interesa desarrollar todo el poder y la fuerza de nuestra política, entendida como esa otra política que emana directamente de la acción popular emancipatoria.
Tal premisa nos obliga a ir ideando mecanismos, dispositivos, metodologías, caminos concretos, que hoy no están creados ni sistematizados. Más bien, es de reconocer que si en algún momento no muy lejano en el tiempo todas estas herramientas se desarrollaban con muchísima autonomía y política propia, en los últimos años se resquebrajó ese desarrollo muy particular de las corrientes históricas de lucha quedando opacadas por su utilización y administración burocrática. A nuestro parecer, la poca claridad y sinceración ya no teórica sino política-concreta sobre el problema hoy del estado y del fenómeno chavista, permitió ese estancamiento; es el caso del llamado “método o estrategia invedecor”, y de buena parte de lo que es y venimos del PNA (Proyecto Nuestramérica). Sea lo que sea, tenemos por delante, otra vez, una tarea inmensa de creación y productividad política que apenas comienza.
Otra política obliga al desarrollo de una “ciencia política del pueblo”
La “otra política” se convierte dentro de este reto concreto en una “ciencia política del pueblo”. El producto de otro orden de conocimiento que no solamente ya se sacudió de encima el viejo positivismo burgués, sino que también tomó distancia del “dialecticismo crítico” de academias tan interesante como impotente. Ya no nos interesa mucho captar las grandes contradicciones para luego preguntarle a la totalidad, siempre en manos de la noble casta intelectual, dónde está la síntesis superior de tales contradicciones y luego bajar la nueva descubierta al pueblo ignorante. Más bien nos interesa saber y experimentar en qué forma exactamente es que estamos metidos dentro esas contradicciones; nuestro lugar, nuestras fuerzas, debilidades, posibilidades; hasta qué punto ellas nos determinan y aplastan, o por el contrario, nos ayudan a liberarnos, todo en función de salir victoriosos en medio de este mar contradictorio y antagónico que es la realidad misma. La tarea científica se dirime y se resuelve allí. Nos pueden decir también que esta “ciencia del pueblo” es la ciencia de los locos, la ciencia donde no hay síntesis ni conocimiento final. Quizás, ellos dirán, sobre “razones y racionalidades” saben mucho mas. En todo caso, pa’ locos o pa’ racionales, ella es la ciencia que busca su origen y su creación en el cardumen de las multitudes atrevidas que le dijeron a los santos, “lo siento pero ya esta vaina se acabó”.
Hay que empezar a sistematizar los resultados tangibles de esa ciencia
Y vamos ahora al cómo. Primero una cosa que parece pequeña pero que a la final se prueba enorme. Que valga todas las formas visuales, sonoras, y escritas que puedan explicarnos y comunicarnos los frutos tangibles de esa ciencia problematizadora o “complicadora” como dirá Juancho. En cada papel que hagamos desde el colectivo reunido en mesa de trabajo, valga la labor disciplinada de sistematización, graficación y cuento oral sobre los cuales se vayan sintetizando y luego divulgando todas las enseñanzas que nos dejan las luchas de esa “otra política”. Sin quitarle ninguna valía al libro y a la escritura analítica como tal, diríamos que esa es la base intelectual primaria de nuestra escuela militante y de cuadros. Es la única forma de invertir las formas clásicas del conocimiento, poniendo en este caso el conocimiento y el saber acumulado desde nuestras propias neuronas en manos de un universo militante en formación, cada vez más crítico y autónomo.
Por el camino se prueban las estrategias se construyen las ideas
En cuanto a la estrategia como tal, por lo que va de camino no podemos por todas estas razones hablar de un cómo de la estrategia y menos a la manera de una completa y simpática cajita de herramientas gringa. Tampoco es el momento de elaborar otro recetario entero de claves teóricas. Ellas apenas están en fabricación teniendo en cuenta que seguirán fabricándose ilimitadamente en la medida del desarrollo de esa ciencia política del pueblo. Es el desarrollo si se quiere de las fuerzas y relaciones de ese otro conocimiento activado por el quehacer de la otra política.
Solo para adelantar algunas pinceladas al respecto, por lo menos hasta donde hemos podido avanzar por estos rincones del mundo. Digamos que aquí se confunden herramientas políticas de construcción estratégica y objetivos estratégicos como tal, o si se quiere se trata de herramientas para unos objetivos precisos. Hasta los momentos se ha venido trabajando con tres premisas sencillas: “Corredores territoriales de lucha y liberación”, construcción del “tejido militante” y lo que hemos llamado “cartas de lucha”. Ahora no se trata de nada distinto sino de empezar a desarrollar mejor estas premisas, desde un lugar concreto de esta experiencia, precisando un poco más este “como” de la otra política. Seamos esquemáticos en esta parte.
IV. Premisas transitorias
1. La transversalidad de la lucha:
Estamos partiendo de las luchas reales de los pueblos hoy muy extendidas después de diez años de “proceso” y un avance significativo de los pueblos nuestramericanos. No todas las luchas tienen la misma cualidad liberadora. Hay luchas reivindicativas, luchas de resistencia (aquellas que resisten pero no terminan de desbordar el orden dominante) y luchas de alternativa o directamente emancipativas. Se dice que hay “momento o crisis revolucionaria” cuando estos tres niveles empiezan a borrar sus distancias, generan acontecimientos significativos que sacuden la realidad, hasta convertirse en luchas auténticamente políticas y revolucionarias. Es decir, luchas dirigidas en función de acabar con el estado de dominio y construir un nuevo mundo común y una nueva verdad colectiva. No podemos en ese sentido legitimar o afianzar los mecanismos programáticos, organizativos, agitativos, etc, que mantengan las distancias entre estos niveles creyendo que “el partido”, “la dirección” o cualquier otra “representación del pueblo” por sí misma garantiza el camino revolucionario. El camino revolucionario lo marca la presentación popular directa no su re-presentación. Nos toca, partiendo que “nuestra lucha”, cualquiera que sea su nivel cualitativo, es de por sí el lugar de generación de esa “otra política”, politizar e integrar estos tres niveles sintetizándolos no en un aparato político extraño a todos sino en el mismo territorio que ha de ser de nuevo de todos. Por eso se habla de territorialidades de lucha y liberación. Por eso no hay territorio si de alguna manera no se desarrolla una “subjetividad territorial”. Lo que nos atraviesa y le da sentido a otra política es esa constante lucha que descubre caminos y verdades nuevas, tomando en sus manos su propio territorio, alcanzando niveles de liberación e integración con el mundo cada vez más altos. Tal subjetividad territorial liberadora y necesaria pasa por el reconocimiento de la autonomía de los sujetos, del saberse a si mismo sujetos políticos, en pleno ejercicio de un poder que no necesita permiso alguno para ser ejercido y de la ruptura entre la falsa dicotomía individuo-colectivo. En ella cada uno encarna al colectivo en sí mismo y cada uno es imprescindible en la lucha misma –una suerte de reflejo de la asunción de este poder lo encontramos en la movilización contundente y espontánea del pueblo el 12 de abril para parir un 13 al que tanto le debe Chávez- . Pasa además por convertirse en el sujeto enunciador de su propia practica de lucha, retomar el sustantivo y desplazar el lugar de representado a protagonista. Como bien decía una compañera oaxaqueña, con relación al atropello de los medios de desinformación “yo no quiero que me muestren como son las cosas yo quiero verlas con mis propios ojos”, supone al fin y al cabo retomar la mirada perdida, la palabra silenciada y censurada y la acción directa y rebelde que contiene su fuerza en si misma.
2. La construcción territorial y subterritorial:
Esto es un tema probablemente de nunca acabar ya que se trata de la construcción del nuevo orden común en tierra real y no los artificios que hoy llaman “sociedad política”. Pero en este caso lo que nos interesa es la utilidad estratégica de esta idea. Un “corredor territorial de lucha y liberación” es el espacio donde se vienen dando las luchas concretas, donde se ha hecho el esfuerzo militante, pero además el espacio que delimitamos estratégicamente para concentrar allí todas las fuerzas e iniciativas estratégicas de construcción revolucionaria, por ello son corredores de liberación. “Muchos corredores” quiere decir muchas zonas integradas que, más allá del localismo que tanto asfixia y aísla, sirven para contar, integrar y potenciar todas las fuerzas que podemos tener en una región más vasta, una nación, etc. Es decir, no nos contamos por numero de militantes adscritos al aparato, nos contamos como nuestras guerrillas, esta vez por frentes socio-políticos ordenados territorialmente donde se integran toda una cantidad de gentes que independientemente de sus matices individuales, ideológicos o cual sea, fabrican allí es nuevo orden común, socialista y libertario. Los corredores se desbordan, sobretodo en las ciudades, se redefinen constantemente, son sujetos vivos no simples perímetros dentro de un mapa visto y delimitado en frío, redefinición que se da al calor de las mismas luchas y construcción orgánica. Pero también al interno de ellos se construyen subterritorios donde se forman redes y frentes sociales de construcción y de lucha específica, de educación, de salud, de producción, de defensa, etc, que el propio espacio territorial y los niveles internos de coordinación que existan integran. Lo importante en todo caso es que sintamos que ellos existen, que hay un donde, un quien, en un espacio y un tiempo, donde el combate político efectivamente está construyendo una nueva sociedad.
3. La toma territorial:
Mucho se ha hablado del “empoderamiento” del pueblo como vía para el desarrollo del poder popular. Nada mas absurdo que el propio Poder decida sobre en que áreas y hasta qué punto el oprimido de siempre ejercerá un poder que antes no tenía. Nadie otorga poder, el poder se hace, se toma, se ejerce, se gana en la batalla revolucionaria, solo así se abre la posibilidad de convertirlo en un arma transformadora; es el poder de una política hecha desde el fuero popular. El “empoderamiento” es un regalo del mando burocrático que multiplica y alimenta las mismas conductas oportunistas entre la población hasta mimetizarse con este mando. Hasta las propias empresas capitalistas saben hacer esto en las nuevas fábricas robotizadas. Es el llamado “toyotismo” donde las unidades de trabajo gobiernan sus propios planes de producción, y luego son premiadas o castigadas por sus logros. Por ello, desechando toda ilusión de “empoderamiento”, es fundamental afianzar las acciones de “a-poderamiento” (la acción que logra apoderarse del hecho) de los espacios y recursos que nos son indispensables al proceso de liberación. Habrá y hay mil maneras de hacerlo, pero todo gira fundamentalmente alrededor de la “toma territorial”: necesitamos apoderarnos del territorio y los subterritorios. Vista ella misma como concepto, es decir, no es solo la toma “de una tierra”, de un lugar empírico, es la toma del territorio vital al colectivo que se dispone a rebelarse contra su estado de sumisión. Es el territorio comunal, el territorio urbano, el territorio inmobiliario, el territorio rural, el territorio marítimo, el territorio fabril, los territorios comunicacionales, educativos, de salud, hasta podríamos hablar del territorio corporal como lugar a reapropiamos después de convertirse en materia de manipulación a la sociedad de consumo; como le es el caso de las mujeres y el uso de sus cuerpos y su imagen como mercancía en lo material y en lo simbólico. Entendida de esta forma, la “toma territorial se convierte en el centro activo de la estrategia, o es ella misma una estrategia fundamental por la cual hoy optamos para la construcción otra política. Acciones que al mismo tiempo profundizan esa “subjetividad territorial”, ese sujeto colectivo que se apodera de nuevo de lo que es su tierra, su espacio, su cuerpo, su necesidad y su propia condición humana.
4. Visión mínima de lo que han de ser el mundo territorial construido:
Ya en este punto podemos decir que la base mínima estratégica busca en su sueño más utópico por decir: “ir construyendo repúblicas libres e igualitarias”, no aisladas del mundo o cantones ideales que nos alejan del mismo. Todo lo contrario, se trata de ir ganando espacio en la batalla, imponer de la manera mas firme pero también creativa políticamente nuestro poder al enemigo, que seguirá presente mientras haya opresión, mientras haya un nuevo reto de liberación por el cual luchar, un nuevo territorio por tomar, por fabricar. Nada que ver entonces con mundos perfectos y bonitos, eso se lo dejamos a los libros del paraíso. Lo que si es perfectamente conquistable es la posibilidad de abrir territorios en donde el triunfo de nuestra política permita generar nuevas relaciones humanas, productivas, educativas, relaciones entre el hombre y la naturaleza, y entre el hombre y la mujer. Nuevos saberes y formas de transmitirlos, en fin, nuevas fórmulas de develar la poderosa magia que contiene el esfuerzo libre y colectivo. Todo el pensamiento y quehacer libertario, no solo el anarquista, también el consejista, el autonomista, el indigenista, el ruralismo como el caso de los sin tierra, el zapatismo, muchos de los nuevos movimientos de reapropiación urbana, muchas de las experiencias internas a los territorios bajo control guerrillero en este y otros continentes, nos han dado las primeras pautas. De lo que se trata es de profundizar la experiencia, articularla internamente y entre una pluralidad de territorios. Acabar, neutralizar o incluso cuando sea posible utilizar, el enemigo que busca destruirlas o controlarlas, sumar acumulados de recursos en valores de uso y de cambio que permitan multiplicar estas nuevas relaciones de vida, cuidándose mucho de convertir esto en las mansas y aisladas “ONG’s” tan funcionales al “humanismo” capitalista.
5. El desarrollo programático: la creación de las cartas de lucha
Pasamos a otro punto que ha generado numerosas discusiones e ideas para su resolución. Se trata de superar el clásico repertorio programático que cada vanguardia hace para salvar el mundo. Nuestro programa, dicho en aquello que se nombra como “programa máximo” sigue siendo el socialismo nuestramericano y libertario. Ahora esto en sí mismo no quiere decir nada: aspirar a una sociedad libre e igualitaria, desde una práctica y una lucha presente libre e igualitaria, es ratificar la práctica y la teoría por lo menos de los primeros comunistas, cuando no de una cantidad de enseñanzas que nos dejan en la historia mil ejemplos de sociedades muchos mas libres, sabias y felices que la sociedad capitalista que hoy vivimos; en definitiva somos parte de esa historia. Y no ayuda tampoco que lo desglosemos en una cantidad de objetivos inmensos y más pequeños salidos de un documento ajeno que siempre puede ser mejor y distinto. Mejor reconocer que nuestro programa es esa “otra política”, dicho en grande, nuestro programa es nuestra política. Esto significa que lo importante está en que ese “nosotros en lucha”, ese nosotros que se configura y reconfigura permanentemente en la batalla por la liberación, describa con toda claridad cuales son sus objetivos programáticos concretos de acuerdo a la línea de liberación colectiva y territorial que se vaya describiendo. Que los clarifique en el debate y el progreso de su propia comprensión como sujeto político. El avance de esta palabra que se expresa en objetivos visibles es lo que hemos llamado las “Cartas de Lucha”. En la medida en que estas cartas vayan tomando cuerpo, va tomando cuerpo igualmente el tejido militante y el movimiento que gira sobre ellas. El movimiento organizado y militante en cualquier área de lucha se define a sí en estas cartas. Aparece el sujeto concreto en la búsqueda de metas concretas que serán más políticas y con una cualidad emancipatoria superior en la medida en que madura y se profundice su lucha. La suma de esas cartas de lucha, y su espíritu general, los diversos niveles de sistematización es una parte clave de esa ciencia política del pueblo.
6. El avance constituyente:
Este es un punto sobre el cual le seguimos la pista a los horizontes básicos de la revolución bolivariana, cosa muy distinta al “chavismo”. Necesitamos desplegar la máxima capacidad de constituir y multiplicar espacios que ordenen estos territorios donde empieza a nacer una “república de libres e iguales”. La cuestión se ha presentado muy compleja por el nivel de control y explotación política que han hecho cualquier cantidad de instancias de gobierno de los espacios que han surgido del “proceso popular constituyente” en Venezuela y en los últimos diez años. Pero esto no quiere decir que ya esos espacios han perdido su sentido. Por el contrario, lo que tiene mucho mas sentido ahora y aquí en este país, es que, en vez de estar centrado en la toma del poder anquilosado del estado, tomemos y constituyamos los poderes populares, reventando esa casta oportunista que los infiltra y descompone. Ejercer un auténtico poder constituyente que no esta pidiendo permiso al estado y sus leyes para desarrollarse ni materializarse en las instancias que la misma inventiva política del pueblo va construyendo. Allí hay un reto difícil por la cultura política de sumisión a la ley y a la autoridad, de compra y utilización de los espacios populares organizados, que ha impuesto el chavismo. Pero sigue siendo fundamental para la formación y articulación territorial. Se habla ahora de formar mancomunidades, comunas, nuevos espacios consejistas a nivel obrero, rural, indígena, pesquero, trabajadores de la calle, trabajadores de servicios públicos, etc. Esto es un plan concreto donde cobra mayor sentido aún la idea de la formación de corredores, plagados de estos poderes, llenos de espíritu y autonomía, así como las tomas territoriales. El avance constituyente supone que la “otra política” apueste a “tomar” en todo lo que se pueda un poder constituyente que no han podido negar ni acabar pero si desdibujar por completo.
7. Formación del tejido militante y movimiental:
También se ha repetido si hay algo que debemos recuperar de todas la larga historia de la izquierda son los valores y la práctica militante. El militante revolucionario, mas allá de inclinaciones políticas o ideológicas, es un producto, o quizás el producto mas hermoso, de la lucha contra la explotación del trabajo y la opresión de los pueblos. Necesitamos, territorialmente, configurar esos tejidos militantes dispuestos a contribuir en la producción de esta otra política, así se pongan por cualquier razón personal y de la situación política particular, todo tipo de franela partidista adscrita al mundo izquierdista. Ese tejido supera con creces estos partidos donde en realidad no se “milita” en nada o casi nada, solo se suma gentes y trabajo para que gane elecciones o privilegios uno u otro candidato o personaje del status. Hay corredor territorial, hay subterritorios donde se afianzan líneas de lucha y construcción de nueva sociedad, donde hay un tejido militante y organizado que lo impulse. Ese tejido hay que reconocerlo y cartografiarlo en cada espacio territorial de manera que se pueda en conjunto planificar el trabajo. Abran personas que se ganen por entero, habrán quienes se alíen, habrán personas amigas con quien se puede contar. Todo eso constituye a distintos niveles el tejido militante. Pero no hay tejido como tal sin movimiento social y de lucha desde donde pueda formarse y a su vez potenciar su propia capacidad política. No se trata de militantes de aparato. Aunque siempre se necesitará el “cuadro” político que se desliza sobre múltiples espacios, ayuda a formarlos y organizarlos, lo importante en este caso es que el militante, primero se forme y reconozca en una decisión libre, salga del aislamiento o el arrollamiento que tienen sobre él –ella- los aparatos burocráticos, y luego se haga orgánico a movimientos socio-políticos que nacen del corredor territorial, o lo forman o forman dentro de él subterritorios que desarrollan los contenidos de las “cartas de lucha” que nacen de los propios movimientos. Para que esto resulte es importante a su vez que esos militantes se organicen o estén organizados en los colectivos o células de trabajo revolucionario. Células militantes que poco a poco aparecen y ya existen en gran parte, que le ponen orden al desarrollo estratégico del trabajo. La primera célula en principio es la del propio corredor en su génesis, la que lo empieza a describir, “tomar” y cartografiar social, política, militarmente, geográficamente, etc. Para después, desde un desarrollo natural en la medida en que se suma personas y se forman movimientos, se gestan poderes populares, estos núcleos se multiplican. No se trata de hacerlos por decreto o forzados por el “aparato”. En realidad se trata de organizar militantemente lo que ya existe como potencial individual y colectivo dentro del chavismo de base, lo que ya existe como corriente libertaria y nuestramericana, lo que nace de una juventud que necesita una mano solidaria. El conjunto de todo esto, en la suma de todos los corredores territoriales, seguramente nos dará la suma militante de esa “otra política”. Esa suma si quiere verse en algún momento así, será “el partido”, frente, plataforma, movimiento o como se llame de la otra política y en el nombre que quiera.
8. Fortalecimiento comunicacional y propagandístico:
Esta parte ya empieza a tener una importancia clave dada la experiencia desde el campo de la comunicación alternativa acumulada en estos años. Bien se ha dicho que se acabó el oportunismo de la acumulación instrumental de máquinas para la comunicación. Estamos obligados a romper por completo con esta manía instrumental que a la final ha dado mucha experiencia, se ha hecho espacio con ella pero también ha desarmado las voces populares. Por ello vuelve a insistirse en papel central de la propaganda propia, de las campañas de propaganda sobre temas claves en el momento, tanto territorial como global. Una plataforma rebelde de comunicaciones es nuevamente el reto a desarrollar con cualquier instrumento que se tenga para ello. Lo importante es que esa otra militancia, que no es formal, es una práctica de vida y de lucha y que empieza desde lo más pequeño hasta hacerse “territorio” liberado, aprenda todas las artimañas de la propaganda efectiva. Sobretodo aprenda a crear colectivos militantes que se dediquen a impulsarla y hacer partícipe de ella un número cada vez mayor. Esto no quita la importancia de la “comunicación”. Por el contrario, hay muchos órdenes de comunicación que hay que mejorar desde la defensa hasta la capacidad de formar comunicadores de experiencias, de espacios, de información, o la misma creación comunicacional. Pero la experiencia nos dice que todo ello no tiene sentido y menos en un mundo totalmente arropado por la dictadura mediática, si en realidad no es mas que la retaguardia de una vanguardia propagandística que está en continuo movimiento y expresión. Tenemos que reinventarnos de nuevo en ese sentido y pasar a la ofensiva que la palabra sin tapujos espera.
9. Potenciación de la base productiva y de recursos:
Y tampoco hay territorio sin una base productiva que permita crear las relaciones necesarias para sostenerlo materialmente y a la vez construir las bases estructurales del nuevo orden común. De acuerdo a la experiencia que suma estos años lo que parece más importante es que, primero, esa “otra política” consiga todas las vías posibles para generar recursos propios que de lo contrario se hace imposible su desarrollo. Y en segundo lugar, que el campo socializado de la economía de una vez por todas se libere de la tutela y hasta del despotismo burocrático que en realidad la está quebrando por completo. El principio del control obrero debe generalizarse a toda una cantidad de espacios por tomar y por generar que además no les queda otro camino que ser productivos de valor, de renta capitalista, de lo contrario, serán súbditos de la renta de estado que los subsidia. No basta el movimiento obrero, toda territorialidad, urbana, rural o cual sea en su proceso debe participar de la constitución de esta plataforma productiva indispensable, utilizando algo que es muy importante y es la reapropiación y valorización del trabajo que ya se hace como asalariado o trabajador de la calle. En esto se debe negociar como sea un equilibrio entre ganancia propia, subsidio, líneas de desarrollo productivo, que en estos momentos están por entero en manos de la decisión burocrática. Esto no quiere decir explotación, quiere decir máxima eficiencia, voluntad colectiva y articulación universos variados de producción y organizados por corredores territoriales o subterritoriales. Para los próximos tiempos tiene que nacer la base de una plataforma productiva autónoma nacional que vaya detallando los procesos de formación de acumulados, mercados, relaciones de producción, tecnologías, canales de integración, formas de financiamiento, establecimiento de relaciones de “equivalencia de poderes y decisión” con el estado que no implique la absurda y mentirosa “cogestión” sino un plan de desarrollo autogestionario decidida por los trabajadores donde el estado ponga de su parte. La “toma” o la formación del espacio productivo nos pone a prueba por completo en este proceso, siendo la primera y decisiva prueba para quebrar la situación de “mercancía productora o distribuidora de mercancías” en que nos han convertido.
10. La tarea de la defensa:
Sin ser demasiado expeditos en esta parte, entendamos que esa “otra política” y particularmente la estrategia de centralidad territorial tiene una función clave en la defensa, es de hecho una estrategia militar de defensa de todo el patrimonio revolucionario que vayamos conquistando. El enemigo sin entrar en detalles sabemos que ya ataca y se convierte así mismo en un invasor territorial por todas nuestras ciudades y campos. La estrategia de ellos está muy clara, cual es la invasión y explotación sin límites de todo cuanto puedan en riqueza de manera silencioso y con la complicidad del estado. Su enemigo principal es el poder revolucionario. Tenemos que estar listos en todo territorio para enfrentar esta situación y ordenar y acumular los insumos para cubrir necesidades básicas alimentarías, de salud, de resguardo, de comunicación, de acuerdo a los niveles y las exigencias del enfrentamiento. La situación por los momentos nos permite adelantar mucho en ese sentido, poniendo parte de esa “ciencia política del pueblo” al servicio exclusivo de esta estrategia de defensa que no puede subsumirse al estado, sino al principio del pueblo ordenando y disponiendo de sus propias armas. Esto no es un problema de cantidad de fusiles sino de la capacidad y formación que tengamos con todos los recursos de un territorio para defendernos y seguir avanzando. Estos principios nos deben dar las bases para una “política de las armas” y de una plataforma popular de defensa que luego de diez años está muy lejos de crearse.
11. Objetivo estratégico principal:
Finalizamos esta parte tratando de hacer una síntesis de lo que podría ser en estos momentos y por estos pedazos del mundo el objetivo estratégico fundamental de una “otra política”. Se trata de: formar, articular y desplegar todo un tejido militante y movimiental a nivel nacional –y más allá de sus límites- que se identifique y desarrolle una “otra política”, ensamblando en su singularidad un número cada vez mayor y en forma cada vez mas rica y profunda, espacios territoriales que, transformados en corredores territoriales de lucha y liberación, sirvan de piso a un accionar de liberación superior a ritmo, necesidades y deseo de los nuevos retos que se vayan planteando los pueblos de nuestramérica y de la humanidad.
¡Otra política: ciencia, palabra y lucha del pueblo!
Primer borrador. Corredores territoriales de lucha y liberación
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